lunes, 25 de enero de 2010

Buscando cocodrilos en la Ciénaga de Zapata (Cuba)



Cae la noche sobre el Caribe. Por fin. 




Estamos al lado de la Ciénaga de Zapata, en Cuba. Un impresionante ecosistema que alberga varias joyas faunísticas únicas en el mundo, como entre otras el Cocodrilo Cubano (Crocodylus rhombifer), al cual vamos a destinar una curiosa excursión ilegal nocturna para verle en su propio hábitat.

Apenas quedan unos miles de ejemplares en libertad, ya que la mayoría fueron capturados hace tiempo para evitar su extinción y, dicho sea de paso, para monopolizar por parte del gobierno su explotación comercial, especialmente turística, en todo el entorno de la Bahía de Cochinos.

Con un tono amarillento característico en su piel, y de pequeño tamaño (rasgo común a muchas especies insulares), los mayores ejemplares no llegan a los  5 metros de longitud, sin embargo es uno de los que más mala leche tiene de su género: tuvimos ocasión de ver unas fotografías del cadáver descuartizado de un anciano extraído del estómago de una hembra de C. rhombifer que por lo visto se acercó demasiado a su nido cuando ya había depositado en él los huevos.




Con estos antecedentes esperamos impacientes la llegada de nuestros guías nocturnos; todo en Cuba es ilegal, no hay casi nada que puedas hacer sin el control de papá Estado...   ...pues eso, casi nada. Conseguimos contactar con unos cazadores ilegales de cocodrilos que por la noche se meten en la Ciénaga de Zapata para capturar algún ejemplar con el que ganar algo de dinero extra, igual que absolutamente todo el mundo en Cuba. Les propusimos que esa noche no cazaran, que nos llevaran a Ana y a mi simplemente a través de los canales del manglar para ver cocodrilos en su medio, y aceptaron a pesar de lo que se juegan si a nosotros nos pasa algo de noche  en medio de la Ciénaga de Zapata. Pero necesitan el dinero: todos tienen hijos pequeños, y parecemos de confianza.
Les parece absurdo que alguien pague por meterse en una ciénaga de noche, simplemente para ver al cocodrilo con más mala leche del mundo en su medio natural, pero acceden. De los turistas han visto cosas peores...



Esa era la noche elegida. Por dos razones: por un lado hay luna llena y es más difícil perderse por los enrevesados canales que se internan en el manglar. Y por otro lado, el guarda de uno de los accesos al Parque Nacional es el cuñado de uno de nuestros guías y el soborno es menos arriesgado de ofrecer...

Los cocodrilos nos esperan!



En un increíble camión ruso de los años 50 cruzamos la barrera y discretamente saludamos al guarda, que prefiere no mirarnos a la cara para no conocernos. Tras 40 minutos por una pista de tierra que se hunde en la oscuridad de la selva, por fin nos detenemos, y nuestros guias nos piden uno de nuestros focos para ir a buscar la barca que tienen escondida en el lugar y con la que se desplazan a golpe de pértiga por los canales en busca de los cocodrilos.



Cuando ven nuestros frontales, se mueren de risa porque creen que con esas lucecillas no vamos a ver ni un cocodrilo, ya que hacen falta luces tipo foco para ver desde bastante lejos el reflejo de la luz en sus retinas antes de que se hundan en el agua al sentir que nos acercamos a ellos. Les dejamos uno de los frontales y al cabo de un rato aparecen con la barca, a la que nos subimos los 4 y en un silencio sepulcral nos internamos en la Ciénaga.

Cinco horas. Cinco horas inolvidables recorriendo en absoluto silencio uno de los manglares mejor conservados del Caribe con mi mujer agarrada a mi mano y la Luna llena iluminándonos, mientras recorríamos un impresionantemente enrevesado laberinto de canales de aguas salobres con el corazón en un puño cada vez que doblábamos un recodo, sin saber si a un metro de nosotros iba a levantarse sobre el agua un diablo de los que buscábamos.

Hace viento y no hay mosquitos. El foco de nuestros guías (un faro destartalado de un coche antiguo) va quedándose poco a poco sin batería y nuestros dos frontales pasan a ser imprescindibles. Ahora soy yo el que se ríe: nuestros frontales alumbran 15-20 metros alrededor nuestro pero nos permiten ver a 40-50 metros los ojos relucientes de los cocodrilos...   ...y no podían ser de otro color nada más que rojo. Rojo Sangre.
Hay que verlo, hay que sentirlo para saber lo que trato de describir.



Con la barca nos ponemos encima mismo de los cocodrilos que se hunden en el agua tratando de ocultarse de nuestra vista. Les tocamos con suavidad y se dejan acariciar. Temblamos de emoción, es algo que no se puede describir con palabras.



Uno de ellos, cuando aun no hemos llegado a su lado, bucea hacia un estrecho canal de poco más de un metro de ancho, y sin dudarlo un momento el remero empuja el bote tras él. No vemos al cocodrilo, pero Ana y yo, que vamos en la proa, esperamos en cualquier momento su aparición a escasos centímetros de nosotros.....    ....y el canal se estrecha tanto que el bote queda atascado y no podemos seguir avanzando.
No doy crédito cuando Ana salta del bote y se mete a pie en el manglar para seguir avanzando; la sigo entre la espesura, chapoteando en el agua salobre...   ...y allí está:



Le acariciamos la cola y se aleja lentamente...   

Son las tres de la mañana cuando estamos de regreso en nuestro alojamiento; mientras pago a nuestros guías por sus servicios una fortuna para ellos, un precio muy asequible para nosotros, trato de hacerles ver lo importante que es lo que han hecho hoy: han ganado mucho más dinero llevándonos a ver cuatro cocodrilos que en lugar de haberlos cazado, y además esos cuatro cocodrilos viven, por lo que la semana que viene pueden llevar a otros turistas locos como nosotros a verlos y volver a ganar mucho más dinero con los mismos cuatro cocodrilos, que además siguen vivos.

Por lo tanto si no los cazan y además si cuidan de que en el sector donde hemos estado no entren otros cazadores furtivos a matar más cocodrilos, se aseguran que al salir en el bote con turistas la semana que viene cada vez va a ser más fácil verlos porque cada vez habrá mas.

8 meses más tarde me consta que han repetido la experiencia con otros aventureros locos como nosotros, con un éxito total en cuanto a avistamientos.

Todos ganamos: unos ganan un muy necesitado dinero...   ...otros ganamos una experiencia inolvidable...   ...y el Cocodrilo cubano sobrevive protegido por la propia población local que antes le cazaba.

El problema es que desarrollar ideas propias en Cuba es ilegal.





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